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martes, 11 de febrero de 2014

VOCES DESDE EL AISLAMIENTO


La soledad no es estar solo, la soledad es no estar conectado.  Parece una idea nueva y sin embargo es una idea muy antigua, en el impero greco romano muchos delitos eran castigados con el ostracismo (excomunión) e incluso hoy en día e las modernas cárceles la pena de último recurso es la incomunicación. El miedo a la soledad se relaciona hoy con el rechazo social sumado a nuestra necesidad de contacto con los demás. La verdad es que el talento, el éxito no ofrecen ninguna protección contra la soledad. 


Antiguamente se creía que la soledad era un defecto de la personalidad. La soledad no es mala en sí misma. Podemos permanecer solos en un periodo de tiempo y no sentirlo, incluso cuando estemos rodeados de gente. La soledad es pasajera. Nos apoyamos en las tecnologías  para solucionar nuestro problema de soledad. pero la soledad no es un estado permanente ni es mala en sí misma y salir de ella no es a través del teclado del ordenador. Tener amigos es compartir la vida con personas que nos quieren como somos, pero como podemos vendernos si no nos compramos. 


Hoy las grandes ciudades están llenas de solitarios. Crece el número de viviendas ocupadas por una sola persona y el trato físico se sustituye  con las relaciones a distancia. La soledad de las grandes ciudad está creando un hiperindivilualismo, muchedumbres solitarias y nómadas sociales. Mientras la relación cuerpo a cuerpo se debilita las relaciones a distancia , máscara a máscara aumenta y prolifera. La aventura de ser un individuo diferente siempre dependiente de la imagen proyectada en los demás se ha  provisto ahora de un artilugio mediante el cual la apariencia de nuestra identidad se enreda con nuestras artes de engaño. Nuestro mundo avanza en un  frente de infinitas relaciones ligeras. No será lo mismo la soledad que la independencia, pero la soledad elegida y la independencia conquistada se acercan mucho entre sí.  Ana Valentín.

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